Era una oscura noche de mayo, pocas estrellas titilaban mientras las letras en la pantalla del ordenador parecían juguetes danzantes. Habían pasado ya dos noches en los que Lita no lograba conciliar el sueño. Se suponía que el documento de su tesis debía estar casi completo…, pero aún eran muchas las actividades faltantes. Llegó la madrugada y decidió descansar una hora para arreglarse y salir a clase de siete.
Durante las dos primeras cátedras, Lita se encontraba meditabunda, adormilada. Pensaba en la pobreza de los discursos de la mayoría de compañeros de clase, incluyendo sus colegas de tesis; realmente pocas eran las apreciaciones argumentadas, debidamente soportadas. Estaba aburrida por el tiempo perdido e infructuoso de aquellas clases de asesorías y tutorías…, sencillamente invadía la monotonía.
Por fin terminó la jornada y Lita salió corriendo hacia su práctica. Al llegar se sintió nuevamente despierta, activa… allí las horas sin dormir no se sentían.
Para Lita había sido todo un reto entrar a hacer parte de algún grupo de investigadores asesores, sin embargo, chocó con una barrera de género en la lucha de poder retrógrada y absurda donde las mujeres en términos académicos eran tildadas de mediocres, ignorantes y hasta estúpidas.
Día tras día estuvo sumergida en una batalla campal contra Fernando, el coordinador del grupo de investigación conformado por siete machos cabríos que se creían autosuficientes.
Pero fueron pocas las semanas que pasaron, cuando Fernando finalmente se acercó a Lita con una propuesta de participación en un proyecto que tenía entre manos. Ella sin pensarlo dos veces asintió sin reparo y comenzó su fuerte trabajo. Entre clases, tesis y proyectos Lita iba de un lado a otro sin descanso.
El primer proyecto fue una prueba que Fernando estaba controlando, y aunque con algunas cosas metiera la pata, terminaba airosa solucionando paso a paso cualquier falta. Llegó el segundo proyecto y Lita seguía trabajando sin reparo.
Entre tesis, práctica e investigación, Lita a tiempo se graduó. Y entre el grupo de investigadores tenía cada vez más acogida. Durante dos años con ellos trabajó en Secretaría, Ministerio y Comisión, hasta que la avaricia de una rosca aquel grupo de investigadores diluyó.
Luego llegaron procesos de asesoría para Lita y en un colegio para un ogro trabajó, un hombre de mil títulos sin escrúpulos fue lo que finalmente encontró, después de ver injusticias y malos tratos ella renunció.
En otro colegió su asesoría prestó, y contrario al anterior vio en aquella institución un grupo bien consolidado de personas laboriosas, responsables y éticas que luchaban con las uñas por los necesitados y durante un año con ellos compartió.
Pero no fue suficiente para Lita aquella labor, necesitaba su mente abrirse a nuevos espacios, otras personas y renovadas prácticas. En la escritura descubrió una nueva pasión, acompañada por el impacto que en ella tuvo el cuento del afecto, y en formadora afectiva se convirtió por que descubrió que más vale una labor que te llene desde adentro que un bolsillo esperando que lo colmen de dinero.